top of page

SAINT SEIYA-SAGA GENESÍS                                                                                                                                                                                                                                            Arco l-Ascendientes

-Para entender el corazón de una persona no te fijes en lo que hace

o en lo que ha logrado, sino en lo que aspira a hacer-

Khalil Gibran

 

Cautivo-Capitulo ll

La Amazona de Plata de Aguila finalmente depositaba sus pies en las ancestrales y sagradas tierras del Tíbet y ante ella se expandía en su máximo esplendor un paraje repleto de serenidad y espiritualidad. Desde lo alto de aquella colina en la que había sido depositada por el portal del Ouroboros podía contemplar un pequeño pedazo del mundo que le dedicaba a su vida a honrar y respetar la vida de los Dioses a los que respetaban y de aquellos que eran sus iguales. Se agacho lentamente, pues aunque sabía que su enmienda principal era encontrar al Ascendiente que residia allí, primero debía honrar la memoria y la vida de quien había sido uno de sus más grandes camaradas y quizás, con el transcurso del tiempo y de todos los acontecimientos que los habían azotado,, se había convertido en su más fiel amigo. Depósito lentamente el cuerpo de Kiki sobre un cúmulo de rocas y se dispuso a encontrar un sitio donde pudiese darle la sepultura que a sus ojos este merecía; enterrando sus manos en una parcela de tierra suelta comenzó a escarbar intentando socavar un lugar lo suficientemente grande como para depositar el cuerpo de su Patriarca mientras las lágrimas que caían de sus ojos se deslizaban bajo su máscara y caían como un suave rocío sobre los gránulos de tierra removida. Su congoja y aflicción la habían sumergido tanto en su lúgubre tarea que no había conseguido percibir la presencia de un joven monje budista que contemplaba desconcertado aquella escena. Los minutos transcurrián y el silencio reinaba siendo interrumpido sólo por los sollozos de la Amazona y por los insultos que esta proclamaba hacia la nada. El sol del mediodía continuaba su camino hacia el ocaso posicionándose detrás de aquel monje y languideciendo su sombra hasta donde Marín se encontraba, quien alarmada se volteó rápidamente para cerciorarse de que lo que estaba tras ella no significara una amenaza para su vida. El joven monje solo la contemplo calmadamente y en silencio mientras sus vestiduras budistas ondeaban con la brisa de las colinas del Tibet, recorriendo con sus ojos a aquella forastera y al cuerpo sin vida que yacía a un lado de ella. Tal vez aquello no le resultaba extraño, tal vez para quien comprende el ciclo de la vida y la muerte aquella escena era parte de un curso natural, tal vez, no era la primera vez que recibía la visita de un morador del Santuario y no tenía razones para asustarse o tener reparo con ellos; mas no todos en aquel lugar compartían una mirada tan elevada sobre la existencia y la sangre en las manos de la Amazona parecía más la evidencia perfecta de un crimen que lo que realmente era. -Debes darle sepultura rápidamente- exclamó el monje mientras acariciaba la frente del exánime cuerpo de Kiki, -Si el ejército te encuentra estarás en serios problemas; yo puedo ver claramente que no hay maldad alguna en tu interior, pero estoy seguro que ellos tendrán una opinión diferente-. La Amazona limpió la tierra de sus manos acercándose a Kiki y tomándolo nuevamente en sus brazos sin prestar atención alguna a las palabras de aquel monje, volteandose y dirigiéndose al foso que había cavado para luego depositar el cuerpo allí dentro, luego se incorporó y por un momento se detuvo a contemplar el horizonte, era un día realmente precioso, un día que celebraba la vida y odiaba saber que la muerte de su amigo tenía relación con lo potencial de que todo aquello acabase para siempre; -Ejército?, hombres?, los retó a que vengan e intenten provocarme en este preciso momento; sobre todo cuando todo esto es por protegerlos a ellos- profirió Marín con cierta irritabilidad en sus palabras, -Si eres quien creo que eres, estoy seguro de que no les harias daño alguno, después de todo eso es parte de tu juramento, o me equivoco?- respondió el monje con la misma pasividad. -Parte de mi juramento?, acaso en este lugar saben algo de nosotros?, pense que ustedes se regián por sus propias creencias, aunque pensándolo bien, estoy segura de que no están tan ajenos del mundo exterior- exclamó la Amazona mientras acarreaba un montículo de tierra hacia la tumba y comenzaba a sellar el descanso de eterno de Kiki; -No estamos ajenos al mundo exterior ni a quienes lo habitan, estamos conectados con cada ser sensible y además, no eres la primera en visitarnos; un joven muchacho de largos cabellos del color del oro visitaba asiduamente al Dalai Lama en el Palacio de Potala hasta que súbitamente un día dejó de hacerlo- reflexionó el joven monje haciendo un instante de silencio entre sus palabras, -Acaso sabes algo de él?, estoy seguro que a nuestro maestro le agradaría realmente tener nuevamente una de sus largas conversaciones- señaló este inocentemente mientras Marin alzaba su mano en señal de que dejase de hablar; -Ese joven de cabellos color oro al que te refieres se llamaba Shaka y tristemente murió, supongo que ahora lo justificaras con esa necedad del ciclo de la vida, lo natural de la muerte, la reencarnación; creencias estúpidas- dijo enfurecida Marin ,-He tenido que presenciar muchísimas muertes y puedo asegurarte que ninguna tiene nada de justificable o natural- continuó esgrimiendo esta con vehemencia mientras arrojaba el último puñado de tierra sobre la tumba de su antiguo Patriarca y amigo-.

 

 

-Estas enfurecida muchacha, puedo sentir la cólera que hay en ti, estás atrapada entre el sufrimiento y la insatisfacción del duḥkha y el anhelo del tṛṣṇā; pero todo pesar puede extinguirse cuando se extingue su causa y tu debes dejar de sentirte culpable por las muertes que has presenciado- remarcó el monje mientras la Amazona de Plata de Aguila llevaba una de sus manos a su rostro y lanzaba una carcajada, -Realmente me recuerdas mucho a Shaka- señaló esta mientras intentaba contener su risa. -Tu risa me ofende un poco muchacha, pero supongo que ya nos hemos acostumbrado, en este último tiempo muchas personas extrañas nos han visitado, y no todas las visitas fueron tan placenteras como la de aquel a quien llamas Shaka- esbozó el monje mientras se volteaba para emprender nuevamente su camino hasta la aglomeración de templos que se encontraban en los pies de aquella colina; la Amazona escucho las palabras de su acompañante y recordó la verdadera razón del porqué de su acaecimiento en ese lugar, y una de esas personas extrañas de las que el monje hablaba podría ser seguramente el Ascendiente al cual ella estaba buscando. Aceleró sus pasos para conseguir alcanzarlo mientras en su mente podía comenzar a materializar como sería la reunión con aquel ser que podía cambiar el destino de la humanidad misma -Espera, disculpa por mi falta de respeto, no fue mi intención ofenderte, pero por favor, dime a qué te refieres con personas extrañas?, quienes han venido hasta este lugar sagrado- clamó la Amazona esperando escuchar una respuesta que pudiese presentarle un indicio o una clave sobre el paradero de este Ascendiente, -Hace algunos años llegó un niño a la aldea-, recordó el monje -Yo apenas era un niño también, pero puedo recordarlo como si fuese ayer. Largos cabellos rojizos, ojos de la misma tonalidad y piel extremadamente clara, creeme, le costaba muchísimo pasar desapercibido entre todos nosotros-, continuó rememorando -Llegó solo y lo único que pudieron saber de él era que sus padres habían muerto a causa de una guerra, pero su inexpresividad era realmente extrema-, remarcó el monje -Parecía que sus sentimientos y emociones lo habián abandonado, abstraído de la realidad y dueño de una gran agresividad, incluso hacia el mismo-. El monje comenzaba a denotar cierto pesar en sus palabras al recordar la llegada de aquel joven forastero y la impotencia que estos habián sentido al notar como parecía estar cayendo cada vez más profundo en un abismo de soledad. -Un grupo de monjes se hicieron cargo de él, comenzaron a ampararlo, a enseñarle el noble camino hacia la superación y la iluminación y por primera vez, pudimos ver un atisbo de esperanza para el. Pero entonces llegó el ejército buscando nuevamente apoderarse del legado del Dalai Lama y estos monjes cayeron en aquella impiadosa revolución sin sentido alguno- parecía decirse a sí mismo -Yo me oculte en el Templo de Jokhang, pero quienes estuvieron presentes relataron luego que lo vieron correr hacia el Brahmaputra y sumergirse en él y que al momento de hacerlo las aguas de este comenzaron a levantarse y a crepitar, incluso muchos se aventuraron a decir que este parecía estar rodeado de llamas y otros fueron más allá relacionándolo con Gundari Myō-ō, uno de nuestros Dioses protectores- expresó irónicamente el monje, -Yo solo pude pensar en que era un simple joven atormentado- continuó, -Los hombres del ejército lo encontraron la mañana siguiente, inconsciente sobre la orilla del río y según he podido escuchar, su cuerpo emanaba un calor abrasador. Rápidamente lo levantaron y siguiendo las órdenes que les habían sido dadas, lo encerraron en Shar Bumpa, un convento que habián tomado como punto de origen para lanzar el ataque contra nuestro Dalai Lama. Construyeron una celda improvisada en el interior de este y lo mantuvieron cautivo allí refiriéndose a él solo con el mote de Ránshāo y ordenandonos que nadie jamás volviese a hablar de él o de lo que había acontecido aquella noche- sostuvo con algo de tristeza el joven monje. -Ránshāo?, qué significa eso?, acaso era su nombre?- inquirió la Amazona, -No muchacha, Ránshāo significa ardiente, así es como lo llamaron, mas este no era el nombre que le habián dado sus padres, supongo que quisieron despojarlo de todo, incluso de su identidad, es es el castigo por ser algo que la humanidad no comprende, el odio y el desprecio-.

 

 

-Acaso sabes donde puedo encontrarlo?, supongo que si tenía el poder al que te refieres no permitió que lo encerrasen. Creeme que en verdad necesito dar con él; si es quien creo que es, la humanidad realmente lo necesita, más de lo que tu piensas monje- dijo apresuradamente Marin acercándose a su oyente y con la impaciencia propia de quien no tiene tiempo alguno que perder, -Como te dije, lo mantuvieron cautivo en Shar Bumpa y aún cuando el ejército se marchó completamente de nuestras tierras, dejaron tras ellos a una dotación de hombres con el único objetivo de custodiarlo y asegurar que Ránshāo jamás volviese a ver la luz del día, supongo que le tenían más temor a él que a todos nosotros- dijo el monje con una leve mueca parecida a una sonrisa dibujada en su cara. -Pero entonces donde esta ahora?, deja de malgastar palabras monje, solo necesito una simple respuesta- objetó Marín con cierto arrebato en sus palabras, -Para quien esta en un lugar mental tan oscuro, a veces la soledad resulta ser la mejor compañía para traer paz al espíritu. Ránshāo sigue en Shar Bumpa, jamás intentó siquiera liberarse de su prisión y supongo que él eligió ese destino para sí mismo. Aunque creeme, a veces por las noches me detengo a mirar la entrada del convento e imagino que emerge desde allí orgulloso y victorioso; creo que tan solo deseo que encuentre algo de armonía y sosiego para su alma atormentada- refirió el joven mientras Marin comenzaba a mostrar signos de satisfacción. La Amazona adelantó un poco sus pasos para situarse en el borde de aquella colina y tener un mejor panorama de aquella pequeña urbanización, luego se volteó y con su dedo índice le indico al monje que se acercara y se parara junto a ella, -Muy bien mi nuevo amigo, sí ese al que llamas Ránshāo todavía se encuentra aquí entonces será sencillo llevarlo al Santuario- expresó con seguridad Marín, -Lo último que voy a pedirte es que me señales cual es el convento del que me hablas, no deseo alterar la calma del lugar y no tendría sentido alarmarlos con mi presencia golpeando puertas innecesarias; y a propósito, creo que aun no te he preguntado tu nombre- continuó la Amazona mientras el monje alzaba su mano señalando un pequeño templo que se alzaba en las cercanías; -Mi nombre es Prajna y ese, Amazona, es el convento de Shar Bumpa, pero si no es indiscreción, cómo es que planeas sacarlo de allí?, acaso se volverán invisibles?- señaló el joven con cierta ironía mientras llevaba una de sus manos a su boca para disimular su sonrisa; -Invisibles?, no será necesario amigo mío- respondió la Amazona, -Solo debo entrar allí, buscarlo, tomarlo y volver al Santuario; un trabajo simple y limpio, a excepción por supuesto de que esa supuesta guardia que lo vigila se atreva a interponerse en mi camino, entonces supongo que las paredes de Shar Bumpa deberán volver a ser testigos de la violencia- continuó mientras alzaba su puño en el aire. El monje pareció extrañarse y horrorizarse ante las palabras de Marín y por un momento incluso llegó a creer que había cometido un error en revelarle la existencia de Ránshāo a quien no era más que una extraña que solo tenía como credencial el conocer la identidad del antiguo amigo del Dalai Lama, pero aún así, una voz en su interior le decía que debía confiar en ella, que debía estar seguro de que en su destino tendría una justificación para esto, aunque ciertamente, no podía avalar la violenta acción que la Amazona estaba dispuesta a tomar, -Y que se supone que haras cuando lo liberes de su cautiverio?, lo llevaras a las rastras hasta ese Santuario del que hablas?; desataras una ola de violencia en el lugar en el que está prohibida y frente a quien decidió estar prisionero allí para ya no tener que provocarla o padecerla y crees que por eso confiara en ti y te seguirá?; lo lamentó muchacha, pero creo que estas a punto de tomar el camino equivocado, realmente creí que eras mas inteligente- sostuvo el monje mientras llevaba su mirada al suelo y ladeaba su cabeza de un lado hacia el otro en señal de reprobación, -Ránshāo decidió que este fuera su destino y tu no puedes obligarlo a que abandoné esa idea; no puedes forzarlo a que cambie su camino, debes mostrarle un camino mejor, más noble. Debes enseñarle que la violencia no es el único camino posible y que existe una opción más pacífica- continuó esgrimiendo Prajna intentando que Marín comprendiera cual era la única manera de atraer la atención de aquel a quien estaba buscando. -Y que se supone que debo hacer entonces?, golpear los portales de Shar Bumpa y pedir una cita con él?, eso es ilógico Prajna- esbozó con sarcasmo la Amazona mientras observaba con el rabo del ojo al monje; -El fue llevado a Shar Bumpa por ser diferente a todos nosotros y tú, muchacha, eres precisamente igual a él; en el Tibet no hay prisiones más allá de aquella que fue construida para Ránshāo: estoy seguro de que si tan solo te paseas un poco frente a las puertas del convento, con tus manos ensangrentadas y tu aspecto forajido, pronto van a llevarte con él, o al menos, cerca de él- afirmó Prajna con total certeza mientras comenzaba a descender a través de los senderos de la colina, -Espero que la próxima vez que la vea, Ránshāo este a su lado- se dijo por última vez a sí mismo mientras comenzaba a perderse entre las pequeñas construcciones.

 

 

Marín se acercó por última vez a la tumba de Kiki, se puso de rodillas a un lado de esta, puso un beso de sus labios sobre sus dedos y los llevó hacia el montículo de piedra mientras una última lágrima caía de sus ojos -Nos veremos pronto querido amigo mío- susurró para luego ponerse nuevamente de pie y emprender su camino hacia los portales de Shar Bumpa. Frente a aquel convento inmediatamente su aspecto llamó la atención de todos los que allí se encontraban y entre la multitud que se había reunido para contemplarla, pudo ver a Prajna y escuchar la voz del monje en su mente -Es hora de que encuentres tu noble camino Amazona- exclamó aquella voz mientras una dotación de hombres armados la rodeaba inquiriendola a que se pusiera de rodillas y se rindiera. Marín hizo caso a estas órdenes y rápidamente claudico, postrándose sobre el suelo polvoriento y llevando sus manos hacia detrás de su cabeza; entonces todo comenzó. Los soldados se acercaron a ella, amarrando sus muñecas y arrastrandola hacia el interior de Shar Bumpa. El interior de aquel convento estaba convertido en verdaderas ruinas y el ambiente que se podía respirar allí era realmente opresivo y desolador. Mientras era llevada hacia las catacumbas podía observar la dicotomía en el irónico paisaje que le mostraba a mujeres orando por la paz a un lado de hombres que estaban preparados para la guerra e incluso, en un momento juró haber podido ver a un hombre investido en una especie de armadura que le era demasiado familiar, aunque sin embargo, no podía continuar desviando su atención de su verdadero objetivo. Los soldados cubrieron su cabeza con un saco de tela e inmediatamente después pudo escuchar el chirrido de una vieja puerta de madera abriéndose, luego continuaron arrastrandola algunos metros hasta que pudo percibir el sonido metálico de una llave abriendo una cerradura de acero, el cerrojo de la celda donde la mantendrían cautiva. Una vez encerrada pudo escuchar discusiones fuera y luego todo fue silencio; con sus manos atadas y completamente ciega debido a aquel saco con el que habián cubierto su rostro pudo percibir una tranquila respiración a su lado -Si hay alguien ahí, puedes quitarme esto por favor?- exclamó sin siquiera saber si estaba hablando sola; -Realmente no pensé que algún día me traerian compañía- respondió una fuerte voz masculina mientras acataba el pedido de la Amazona. Cuando finalmente pudo ver, Marín contemplo frente a ella a un joven de unos veinte años, con largos cabellos rojos como el fuego y piel extremadamente pálida, ataviado solo con ropajes derruidos pero que parecía extrañamente fuerte, como si todos los años de cautiverio no hubiesen hecho mella en el. -Acaso tu eres Ránshāo?, me han estado hablando de ti- dijo la Amazona mientras el joven se volteaba mirando nuevamente hacia los barrotes de la celda y por un momento, el suelo que estaba debajo de ellos pareció temblar -Ránshāo?, ese es el nombre que estos imbéciles me dieron y por el que algún día pagarán. Acaso tu también quieres ser incluida en esa lista?- replicó el joven prisionero mientras parecía apretar fuertemente sus puños. -Perdoname por favor-, dijo la Amazona mientras liberaba sus manos de las ataduras y se ponía de pie, -No quise ofenderte, es que así es como te llaman fuera de aquí, no supe otra forma de dirigirme a tí- continuó mientras se acercaba a su compañero de celda. -Detente ahi, no darás un paso más hasta que no me digas quien eres y porque estas aqui; no soy estupido, si estas en este lugar es solo porque tu misma lo buscaste- expresó violentamente el joven haciendo que la Amazona se detuviese abruptamente y por un momento, Marin pudo sentir como una poderosa fuerza parecía chocar contra su cuerpo paralizandola; -Mi nombre es Marín de Aguila, soy una Amazona del Santuario de Athena y he venido a buscarte. Tengo razones para creer que tu eres un Ascendiente, uno de los herederos de los primeros Caballeros Dorados y creeme, te necesitamos- respondió la Amazona antes de continuar con su extraña explicación -Por tu paradero y el lugar al que viniste siendo aún un niño como me contaron, estoy prácticamente segura de que eres el heredero de la constelación de Virgo- finalizó con seguridad Marín mientras su escucha comenzaba a reír calmadamente; -Caballeros Dorados?, Santuario?, si, escuche algo de ustedes, mis padres murieron durante una de sus Guerras Santas, todavía me pregunto donde estaban cuando la inundación que golpeó nuestro pueblo los devoró- exclamó el joven mientras golpeaba su mano contra uno de los muros, -No se de que hablas ni me interesa quien creas que soy, y permiteme decirte, por lo que se de ustedes, dudo tener algo que ver con ese tal Caballero Dorado de Virgo del que hablas- continuó diciendo con un elevado nerviosismo en sus palabras. -Estoy segura de que si tienes relación con el, despues de todo, te he encontrado en la cuna del budismo, dogma principal de los Caballeros de esa constelación, todo tiene sentido- respondió Marin intentando que aquel joven entendiese lo que estaba intentando explicarle. -Muy bien, sin duda eres muy deductiva, aunque apresurada también- exclamó este mientras se volteaba en dirección a ella y llevaba una de sus manos a su mentón, -Ahora quítame una pequeña duda, si yo fuera ese del que hablas, no tendría que haber nacido bajo ese signo?- sostuvo sarcásticamente el joven; -Que?, acaso no naciste bajo el signo de Virgo?, pero…- respondió la Amazona sintiéndose un poco ridiculizada por su compañero en aquellas mazmorras. -Te lo dije Amazona, sacas conclusiones apresuradas- respondió este dandole a entender que aún le faltaba mucho por comprender. Entonces la puerta de madera se abrió súbitamente y por ella ingresaron un grupo de soldados y detrás. el portador de una armadura que la Amazona había visto cuando estaba siendo arrastrada por el interior de Shar Bumpa y al verlo, todo su cuerpo pareció helarse; era imposible que él estubiese aquí, el Dios al que era leal había sido sellado hacía relativamente poco tiempo y aún restaba demasiado para que este volviera a reencarnar, pero sin embargo, no cabía duda alguna, se trataba de un General Marino o al menos, era demasiado similar a uno de ellos y esto solo denotaba que la amenaza era mucho mayor de lo que Marín creía. -Pude sentir el aroma del Santuario en ti apenas cruzaste los umbrales de Shar Bumpa, yo soy Karma, Daimon Marino de Crison- reveló este mientras golpeaba su lanza contra los barrotes de la celda; -Pero es imposible- respondió Marín -Nosotros derrotamos a Poseidón y destruimos los Pilares, tú no puedes estar aquí, no todavía...- exclamó la Amazona con su voz entrecortada por el nerviosismo que sentía. -Poseidón?, Poseidón no es nadie en comparación a nuestro nuevo Dios, digamos que el nos ha regalado todo un nuevo abanico de poderes que el Dios de los Mares jamás nos podría haber dado; poderes que me bastaron para localizar a quien también tú viniste a buscar, aunque por supuesto, nuestras intenciones con él son muy diferentes; esta Armadura que me cubre, aunque similar, ya no es una Scale y yo ya no respondo al seudónimo de Chrysaor- dijo el Daimon Marino mientras lanzaba una estruendosa carcajada que solo conseguía crispar aún más los nervios de la Amazona, -Ahora la Atlántida le pertenece al Dios Primordial Ponto y el nos ha despertado de nuestro letargo para que tengamos el honor de servirlo, y supongo que la cabeza de tu nuevo amigo será una excelente forma de agradecerselo- continuó exclamando mientras le ordenaba a los soldados que abrieran la puerta de la celda para luego ingresar en ella mientras Marin se interponía entre el Daimon Marino y el heredero Ascendiente, quien pasmado contemplaba aquella escena intentando comprender porque aquel hombre extraño deseaba acabar con su vida. -Si deseas llegar a él primero tendrás que acabar conmigo Karma, el Santuario ya venció a los tuyos una vez y me aseguraré de que esto sea igual de dificil para ti- clamó con determinación Marin, determinación que se extinguió cuando la lanza de Chrysaor que ahora le pertenecía al Daimon de Crison se enterró completamente dentro de su abdomen bañando con su sangre las paredes de aquella celda; -Te lo dije Amazona, nosotros ya no somos los enemigos que ustedes conocieron y ustedes ya no son nada en comparación a los Daimons Marinos de Ponto- vociferó Karma de Crison mientras retiraba su lanza del cuerpo de Marín y le apuntaba directamente hacia el joven que estaba detrás de ella.

 

 

-Pe...pero porque hiciste eso?, acaso estas demente?, porque te sacrificaste por mi?- expresó con pesar el joven mientras contemplaba sobre el frío suelo de la celda como la vida abandonaba lentamente el cuerpo de Marín. Sus puños se apretaron fuertemente y pudo sentir como la sangre comenzaba a hervir en sus venas, sus músculos se tensaron, su respiración se acelero y como una hondonada de energía pudo percibir la forma en que un extraño pero intenso poder comenzaba a recorrer y a colmar cada centímetro de su cuerpo. La lanza de Crison se precipitó entonces hacia su cuerpo de la misma forma en que lo había hecho con la Amazona, pero entonces, sin siquiera notarlo o estar consciente, está detuvo su camino impedida de continuar por tan solo el dedo índice del joven quien la había detenido prácticamente sin realizar esfuerzo alguno y sin siquiera mirarla. Ante esto el Daimon Marino solo pudo retroceder y prepararse para reintentar dar muerte a aquel misterioso joven, pero una vez tras otra, cada ofensiva de Karma se veía impedida casi sin esfuerzo alguno por parte de su rival. -Muy bien Ránshāo, veo que eres un hueso duro de roer, no creí que fuese a ser necesario, pero considerando tu empeño en escapar de la muerte deberé mostrarte una de mis técnicas más poderosas; es hora de que conozcas el poder del Neo Maha Roshini- gritó el Daimon Marino mientras comenzaba a desatar una energía abrumadora en el interior de aquellas mazmorras. Solo fue un instante, un breve destello en la mente de aquel joven, un lapso diminuto en el que la Amazona de Aguila quitó la máscara que cubría su rostro y las miradas de ambos se cruzaron y entonces, el velo de sombras que cubría su mente pareció removerse por completo; sus ojos brillaron con el fulgor de una estrella destruyéndose y solo unas pocas palabras bastaron para que la sangre de Karma se helará, -El único que no podrá escapar de su muerte eres tu Daimon Marino; y mi nombre no es Ránshāo, mi nombre es Sheratan, el heredero del poder de la constelación de Aries- clamó vehementemente el joven mientras las paredes de aquel convento comenzaban a ceder ante el poder que emanaba de su cuerpo. El Neo Maha Roshini de Karma de deshizo en mil pedazos con solo tocar el aire ardiente que emanaba desde Sheratan y en un segundo, el Ascendiente desapareció de la vista del Daimon Marino que solo pudo escuchar como detrás de él los soldados que lo acompañaban comenzaban a morir uno a uno. Karma se volteó en aquella dirección y cuando abrió sus ojos, contempló con desesperación al joven parado exactamente frente a él y pudo sentir la mano de este posándose sobre su pecho y quedarse inmóvil mientras esté susurraba simples palabras a su oído -Te lo dije Karma- murmuró tranquilamente el joven -El único que morirá hoy eres tu- y entonces el cuerpo del Daimon Marino pareció resquebrajarse y desaparecer ante el poder que emanaba desde la palma de Sheratan; aquel poder era el vestigio de la Revolución de Polvo Estelar característica de los Caballeros Dorados de Aries, un poder que parecía intentar desencadenarse más allá del sello de Zeus y el Ouroboros. Cuando todo había acabado, el joven se acercó al cuerpo moribundo de la Amazona quien pudo sentir una confortable energía cálida recorriendo su cuerpo cuando Sheratan posó su mano sobre la herida de esta, sanandola por completo y dejando su cuerpo indemne; -Pero como hiciste eso?- exclamó la Amazona mientras recorría con sus manos el lugar donde antes había estado su herida mientras Sheratan se acercaba lentamente a su oído para murmurar palabras a su oído -Te contaré un secreto, de donde crees que los Lemurianos aprendieron a reparar Armaduras?; las Armaduras son seres vivos, tú eres un ser vivo, todo lo que posea vida puede repararse mientras que el daño que posea lo permita-. Una vez que recuperó completamente el sentido, la Amazona pudo verse rodeada por las ruinas de Shar Bumpa y entre los escombros, vio a Prajna parado apaciblemente asintiendo con su cabeza mientras Sheratan la tomaba en sus brazos y la levantaba del piso. -Te lo dije Amazona, sacaste conclusiones apresuradas, aunque supongo que los Dioses te jugaron una buena treta al encontrarme en el lugar donde viniste a sepultar al anterior heredero de mi Armadura; es mejor que volvamos al Santuario, es hora de encontrar al resto de los Caballeros Dorados- exclamó el heredero Ascendiente mientras frente a ellos se abría nuevamente el portal del Ouroboros y dentro de él, se levantaba nuevamente el recinto del Patriarca. La Guerra Santa contra los Dioses Primordiales se estaba gestando y estos formidables enemigos comenzaban a demostrar que sus dominios se estaban extendiendo más allá de lo que los Caballeros habián imaginado y el hecho de que Ponto se hubiese apoderado de la Atlántida y de los Generales Marinos de Poseidón sólo profundizaba la magnitud de semejante caos; más ante esto, el primer Ascendiente había resurgido y aunque  la totalidad de sus poderes se encontraban aún sellados sus obvias capacidades y el despertar de sus conciencias comenzaban a darle más fuerza a la esperanza que ahora residía en el Santuario de Athena. El tiempo continuaba corriendo y ahora solo restaban once; tan solo restaba esperar que la cuenta regresiva no finalizará antes de tenerlos a todos reunidos ante el Ouroboros.



 

bottom of page